Afecta a entre el 3% y el 6% de los niños,
la dispraxia
es un trastorno del aprendizaje que perturba sus movimientos, tanto en la vida cotidiana como en sus actividades escolares: al tener dificultades para coordinar sus movimientos, los niños son incapaces de manejar el tiempo y el espacio a su alrededor. De los gestos torpes a los problemas motores, ¿cómo distinguir entre la simple torpeza y este problema de desarrollo?
Torpeza en los pequeños gestos cotidianos
La torpeza se manifiesta de formas muy distintas de un niño a otro: se les pueden caer los objetos que cogen, chocan con las cosas al desplazarse o se saltan pasos, tienen dificultades para atarse los cordones o abrocharse un jersey, etc.
Estas dificultades reflejan una mala gestión del organismo. Tradicionalmente, cuando los niños tienen problemas para desarrollar su motricidad fina y su coordinación, es porque no se les estimuló lo suficiente en sus primeros años. Al igual que un niño que ha estado demasiado tiempo en un cochecito tendrá dificultades para aprender a andar. Tenga en cuenta que la sobreestimulación también puede hacer que el desarrollo motor se salte etapas y provoque torpeza.
En estos casos, es mejor no señalar estas dificultades (sobre todo en público), sino sugerir actividades para trabajar la marcha y/o la motricidad fina.
Cuando la torpeza llega a la escuela…
Cuando la torpeza de un niño va más allá de la vida cotidiana y se repite en otros ámbitos, es importante estar atento a ciertos signos que pueden sugerir la presencia de dispraxia. Aunque los síntomas varían considerablemente de un niño a otro, hay algunos que son indicativos de este problema de aprendizaje:
- A los niños no les gustan los juegos de construcción, prefieren el juego imaginativo;
- Las actividades gráficas son complicadas; no sabe dibujar un triángulo y sus dibujos son pobres y están mal estructurados;
- La letra era lenta y torpe, con letras mal formadas y cuadernos desordenados;
- El niño tiene dificultades para manipular objetos (llaves, tijeras, compases, etc.) y para participar en actividades de ocio que requieren cierta coordinación (jugar a las canicas, tocar un instrumento musical, montar en bicicleta, etc.).
Dispraxia, la discapacidad de los niños torpes
Tradicionalmente, un niño de 5 años puede reproducir un triángulo, copiar su nombre de pila, vestirse solo y utilizar un cuchillo. A los 6, puede escribir su nombre en cursiva, copiar un rombo, peinarse, sonarse la nariz, untar pan… A los 12, sus habilidades son las de un adulto.
Si sospecha que la torpeza de su hijo va más allá de lo normal, no dude en comentar sus dudas con un médico o pediatra , que le remitirá a un especialista, ya sea logopeda, terapeuta ocupacional o psicomotricista.
Con un diagnóstico precoz de la dispraxia, su hijo podrá beneficiarse de una reeducación adecuada que le ofrecerá soluciones para superar algunas de sus dificultades. Para los trastornos más graves, pueden beneficiarse de
adaptaciones
que les permitan asistir a la escuela con mayor tranquilidad.